lunes, 15 de diciembre de 2008

El pueblo de Lanús reconoció el espíritu de un equipo con estilo.




Por Carlos Travaglini, de la redacción de LA NACION.

Ya nada importaba en el final; ni siquiera los resultados de las otras canchas que dejaban a Lanús con la ilusión quebrada de pelear una definición mano a mano por el título que supo conquistar en el Apertura 2007. No importó tampoco que Lanús no cumpliera una de sus mejores actuaciones y recién sobre el final pudiera quebrar la resistencia del aguerrido San Martín, de Tucumán. El veredicto del pueblo granate quedó evidenciado en ese grito final de "¡vamos, vamos los pibes!", y en el flamear de las banderas que premiaron la entrega de un equipo que seguramente quedará en el recuerdo y en el corazón de los simpatizantes locales.

Lanús pareció jugar dos partidos a la vez: uno contra su rival, el equipo tucumano, y el otro, con la ansiedad puesta en las orejas pendientes de los resultados que venían de La Boca, la Paternal y Victoria. Tal vez por esa dualidad, el conjunto local apareció nervioso, maniatado, con imprecisiones poco frecuentes en jugadores de reconocido buen pie, como Salvio y Blanco, los dos estandartes sobre los que se apoya el buen juego de los dirigidos por Luis Zubeldía.

San Martín aprovechó las licencias de su rival y durmió el partido. El juego se hizo cansino, previsible, con pocas llegadas en uno y otro arco. Hasta que a los 22 minutos, en una jugada polémica, el árbitro Sergio Pezzotta anuló una jugada que terminó en gol de San Martín, por un supuesto foul de De Muner a Bossio, que tardó en reaccionar en la salida. Las llegadas de Lanús se contabilizaban con cuentagotas y sólo con algún remate de media distancia inquietó a Gutiérrez.

En la segunda etapa, Lanús pareció salir de su modorra y ofreció diez minutos iniciales que lo acercaron a su mejor versión. Salvio elaboró una gran jugada por el sector derecho y su centro fue despejado con esfuerzo por Noce; enseguida, una volea de Viera se fue apenas por arriba del travesaño. Además, Sand comenzó a dar señales de su peligrosidad.

De tanto buscar, Lanús ofreció algunos huecos en su defensa y en un contraataque, Gustavo Ibáñez quedó mano a mano con Bossio, pero el débil disparo del atacante tucumano quedó en las manos del capitán local.

El técnico Luis Zubeldía optó por el aire fresco de algunos hombres, y la apuesta le rindió resultado en el minuto 39: el ingresado Eduardo Ledesma remató y tras un rebote la pelota le quedó servida a Gutiérrez, que la clavó en un ángulo. Gol y delirio de la gente de Lanús, que se desahogó junto con los jugadores y los premió por su buena campaña. Un recorrido que esta vez no se coronó como hace un año, pero se miró en el mismo espejo del buen gusto.

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