miércoles, 18 de marzo de 2009

Nota de La Nación: Zubeldía no sabe lo que es rendirse.


Siete vacunas, nada menos. Ese fue el número de inyecciones que se tuvieron que dar los juveniles argentinos de aquel plantel que en 1999 jugaron el Mundial Sub 20 en Nigeria. Los temores a contraer alguna enfermedad extremaron los controles. Pero también los chicos debieron tomar una batería de medicamentos antes, durante e incluso después del certamen. Una noche de abril, en la ciudad de Ibadan, horas después de la eliminación frente al México de Rafa Márquez en los 8vos de final, integrantes de ese cuerpo técnico de Pekerman recorrían las habitaciones y distribuían los remedios. Milito, Costanzo, Duscher, Cambiasso, Galletti? estaban atormentados por ese 1-4 lapidario. Pero encerrados en su cuarto, dos no paraban de llorar: el Negro Roldán y Luis Zubeldía. Apenas un ejemplo para retratar a Lucho, alguien que ya advertía que no iba a negociar su ambición ni sus ansias por superarse.
Ese año le iban a extirpar los meniscos de la rodilla izquierda. Nadie podía imaginar que sería el comienzo del fin. Una semana antes del Mundial Sub 20 que la Argentina ganaría en 2001, la misma rodilla ya no le respondió a Zubeldía. Sufría una osteocondritis, agravada por el desgaste del cartílago debido a la extracción de los meniscos. Las ilusiones se hicieron polvo en un instante. Pero faltaría lo peor. El martirio de este volante derecho apenas daba sus primeros pasos. En los tres años posteriores ingresó otras tres veces en el quirófano, con sus respectivas etapas de rehabilitación. No hubo forma. A los 23 años asumió que el fútbol profesional se había acabado para él.
La desaceleración resultó un latigazo. Los episodios favorables se habían encadenado a la velocidad de la luz hasta entonces. Prematuramente, a los 15 años, ya había alcanzado la primera división de Belgrano, el club de su Santa Rosa natal. Enseguida, aún sin haber pisado la Capital, recibía la convocatoria para los seleccionados juveniles. Lo pretendían varios clubes, y cuando la elección se redujo a Boca o Lanús, prefirió el conjunto del Sur porque se ajustaba mejor a su perfil subterráneo. A los 17 años, Mario Gómez lo hizo debutar en la A. Tres goles en primera, 78 partidos y el respeto general. Pero abruptamente todo se desmoronó.
¿Volver a empezar? Lucho debió convencerse de que valdría la pena. Y de que el fútbol sería la propulsión. Dos días después de retirarse, los dirigentes de Lanús le ofrecieron sumarse al cuerpo técnico de Ramacciotti, pero Zubeldía prefirió plazos menos urgentes y comenzó a trabajar con la 6ta y 5ta división. El club aceptó sus tiempos, pero en 2005 redobló la apuesta: ahora querían que llegara a primera con Cabrero. Acompañó a Ramón en cada una de sus etapas, dio la vuelta olímpica en la Bombonera cuando Lanús se coronó en el Clausura 07 y a partir de mediados de 2008 él quedó al mando. Con 28 años, cierto desprecio por la exposición pública, Luis eligió sentarse en la silla eléctrica. Tiene agallas y tenacidad para abrirse paso en una profesión que esconde andanzas muy ingratas. Será porque las claudicaciones no aparecen en el manual de Zubeldía.

No hay comentarios: