viernes, 28 de agosto de 2009

"Desde chico sabía que iba a jugar en la selección".


A los 19 años, Eduardo Salvio brilla en Lanús y se ganó el reconocimiento de Maradona, que lo utilizará ante Brasil y Paraguay. "Quiero seguir creciendo", dijo.

La fachada del club Bristol, con la pintura agrietada, sobre la bulliciosa calle La Rioja al 1800, en Parque Patricios, no le escapa a la regla de los tradicionales establecimientos barriales, donde los vecinos hacen un culto de la camaradería, entre cartas españolas, platitos con aceitunas, pelotas de baby fútbol, trofeos y cuadros con fotos de equipos femeninos de básquetbol de la década del 50. Una vez atravesado el umbral de la entrada, el olor de las milanesas friéndose en la cocina del bufete acompaña cada paso. El pasillo, con piso de baldosa, conduce hacia la canchita de fútbol, en el fondo. Eduardo Salvio, piedra preciosa de Lanús y, quizás, el hombre del momento en el mercado local, llega acompañado por Agustín Jiménez, su amigo desde chico y también representante; sube dos escalones de una de las tribunas y se sienta. Observa hacia los costados y los recuerdos lo invaden; ocurre que en este club, donde alguna vez también jugaron el Bambino Veira, el Kun Agüero y Mauricio Pineda, Salvio se divirtió desde los siete años, antes de pasar "al pasto" del conjunto granate.

"Todavía me acuerdo de las fiestas que se hacían en este gimnasio. Mirá, hasta me parece escuchar cómo retumbaban los gritos, los pitazos de los árbitros, los pelotazos contra la pared...", rememora Toto, que a tan sólo un año de haber debutado en la primera de Lanús, en la caída 2-1 frente a Boca, Bombonera, por la 3a fecha del Apertura, encandiló a la mayoría. También a los dueños de los clubes europeos, quienes lo vieron salvarse del naufragio del seleccionado Sub 20 que en el último verano venezolano no se clasificó para el Mundial de Egipto. Y hasta fascinó a Diego Maradona, que lo citará para la próxima jornada de las eliminatorias, frente a Brasil y Paraguay.

"Por suerte siempre me dediqué al fútbol. Mi familia se esforzó un montón para que no me faltara nada y pudiera jugar. La verdad, no sé de qué hubiera trabajado", le cuenta, agradecido, Salvio a La Nacion, mientras juguetea con un celular que acaba de estrenar. Ya no vive en el conurbano bonaerense, cerca del estadio granate; hoy está instalado en uno de los barrios más modernos y coquetos de la Ciudad de Buenos Aires y maneja un auto modelo 2009. Sin embargo, en un ambiente tan triunfalista como es el del fútbol argentino, no perdió su calidez y modestia.

"No sé si soy el jugador de moda o no –dice y se sonroja–, pero me siento más conocido; es como que llamo un poco más la atención. Las cosas están saliendo bien, pero tengo que mantener la calma y seguir demostrando."

–¿Sentís que los rivales te respetan más a la hora de marcarte?

–Con el correr de los partidos a uno ya lo van conociendo, ya me van agarrando mi forma de jugar, entonces tengo el desafío de seguir creciendo y no estancarme. Sé que puedo dar muchísimo más. Hay muy buenos defensores en la Argentina. El que me pone como loco, porque siempre me adivina los movimientos y es muy rápido, es Cristian Villagra, de River.

–¿Cuál es el secreto del éxito de Lanús, si es que lo hay?

–Todo está centrado en los buenos jugadores que tenemos. Hay juveniles talentosísimos también. Y fue fundamental mantener la base desde hace unos tres años. Eso logró que nos conozcamos más como compañeros. Claro que también influye que sea un club ordenado económicamente. En Lanús estamos todos muy cómodos. No creo que haya uno que se queje de la institución. Y eso es una gran ventaja, porque nos entrenamos con alegría y sin preocupaciones.

–Da la sensación de que en el campo se conocen de memoria.

–Y..., mirá, en los partidos lo demostramos, ¿no? Lanús es el equipo que mejor juega en el fútbol argentino. Vélez juega bien también y Huracán está con algunos problemas, pero también tiene un estilo porque Cappa lo hace jugar bien y le da una identidad. Pero Lanús hace mucho tiempo que demuestra que es el mejor.

–Lanús fue el equipo que más puntos (75) sumó entre los dos torneos de la última temporada, sin embargo no se consagró campeón. ¿Les dejó un sabor amargo?

–Sí, porque si se jugara un torneo largo, Lanús sería el campeón. Si hacemos un resumen, es todo positivo. Lanús demostró en los últimos dos torneos el nivel de competencia que tiene y eso a uno lo enorgullece. Pero no hay que conformarnos y hay que ir en busca del torneo.

–Ahora, además del torneo Apertura, están disputando la Copa Sudamericana. ¿Seduce más la posibilidad de ganar el segundo título internacional de la historia de Lanús?

–Está comprobado que es muy difícil afrontar las dos competencias a la vez. Hasta a Boca se le complicó. Pero confiamos mucho en el plantel que tenemos. Obviamente nos ilusionamos con pisar fuerte a nivel internacional y ganar la Sudamericana. Pero nos mentalizamos con llegar hasta lo último en los dos frentes. No queremos ser un equipo más que pelee y se quede en las últimas fechas sin fuerzas o en el segundo, tercer o cuarto puesto.

–¿Cuál fue tu reacción cuando supiste que José Sand se iba a jugar a Emiratos Arabes?

–A uno lo bajoneó un poco, porque Pepe es un gran jugador, pero también un gran compañero. Y a mí me ayudó muchísimo; yo concentraba en la misma habitación y me aconsejaba. Me entristeció saber que no iba a estar. Pero las carreras siguen. Al otro día que se fue, pedí el número 9 porque siempre me gustó. No lo hice para decir que yo iba a reemplazarlo, nada que ver. No quiero ser el nuevo Pepe Sand o el nuevo goleador del club. Siempre me gustó muchísimo el número y la verdad que empecé bien... [sonríe, ya que le hizo dos goles a River por la Sudamericana].

Esa actuación colmó las expectativas de Maradona, que a los tres días lo llamó. El jugador, que el 13 de julio pasado cumplió 19 años, relata la inédita situación: "Fue algo increíble, único. Estaba en la concentración de Lanús, en el hotel Regente, antes del partido con Huracán. Me estaba yendo a comer, casi entrando al ascensor y me sonó el teléfono. Obviamente no lo tenía agendado y cuando escuché que era Diego, me bajé del ascensor enseguida porque se me cortaba. Cuando atendí no lo podía creer. Me dijo que iba a estar convocado y me provocó una felicidad inmensa. La charla no duró más de cinco minutos, casi que tuve que cortarle [sonríe], porque si llegaba tarde a la cena me multaban. Pero después de comer empecé a llamar a todo el mundo..."

–Vas a volver a entrenarte al predio de la AFA después de la triste experiencia con el Sub 20.

–Sí, pero no sé si lo tomo como una revancha. Esta es otra etapa en mi vida. Uno tiene que aprender de los errores. Desde chico le dije a mi familia que yo iba a jugar en la selección. Siempre lo dije. Era como que estaba convencido. Era unas de mis metas y sabía que la iba a cumplir algún día. Se me dio con los juveniles y ahora voy a estar en la mayor.

–En la selección mayor ya jugaste en el amistoso ante Panamá, en mayo, en Santa Fe, pero los próximos desafíos serán muy distintos...

–Sí, serán dos partidos durísimos. Porque Brasil y Paraguay son grandes equipos, más allá de quienes jueguen. Espero que le vaya muy bien a la selección por el bien de todos. Y personalmente, espero poder tener algunos minutos en la cancha o, aunque sea, estar en el banco. En estos días uno se imagina un montón de jugadas, de imágenes, pero hay que esperar a la próxima semana para empezar a vivir lo que es estar al lado de Messi, de Agüero, de Tevez... Es difícil imaginar estar vistiéndome al lado de esas figuras. Además, con Diego como director técnico. Seguro que a Messi le voy a pedir que se saque una foto conmigo, porque es una estrella. Los voy a mirar muchísimo, porque quiero aprender y aprender. Y creo que se me va a poner la piel de gallina.

Nota: Diario La Nación - 28 de agosto de 2009.

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