martes, 3 de agosto de 2010

De la mano de Miguel (por Leandro Contento - Datagrana).


Los héroes del ascenso de 1990 fueron homenajeados anoche ante más de mil hinchas y socios del Granate. El DT fue la gran estrella de la noche del Sur y Gilmar Villagrán se animó a cantar solito en el escenario. ¡Salud, Lanús!

¿Se acuerda de mí? Yo soy el que lo levanté en la estación de Lanús en un 128 Super Europa y lo llevé a la cancha de Quilmes con su hijo recién nacido. Y usted es el que me avisó que Gnecco le había anulado el gol a Pirulo Cordero. Venga, acérquese a mi mesa que, de paso, le presento a mi mujer. Total, los granates somos una gran familia…

Don Ángel y Norberto volvieron a encontrarse después de veinte años. Ellos también estuvieron en la cancha del Cervecero aquel sábado 28 de julio de 1990, cuando Lanús volvió a la Primera División tras vencer a Quilmes por penales en el viejo estadio de Sarmiento y Guido. Te acordás vieja de ése muchacho que levanté el día del ascenso, es el grandote de bigotes que está parado al lado del parlante. Hacele un lugar…

Nadie los ve. Tampoco los escuchan. Pero ellos están ahí, incrédulos, palpándose, todavía reconociéndose. Es sólo una historia de tantas que andan rondando por el gimnasio Arturo Rellán de la sede del club, donde más de mil hinchas deambulan, pañuelo en mano, a la caza de algún abrazo postergado.

“¡Que tengan muy buenas noches y que arranque la fiesta, nomás!” Fernando Babor es uno de los conductores de la ceremonia. Junto con él, Eduardo Arduino, el encargado de echarle color -y calor- a la velada por el vigésimo aniversario del ascenso del Grana.

¡Digan Whiski! Uno por uno, casi en fila india, los héroes de la batalla de Quilmes van tomando asiento alrededor de la mesa cuatro, justo adelante del escenario principal. Ahí viene Pirulo Cordero, inconfundible, siempre elegante. Puro gel. Tira un hola general y lanza la primera broma. “Acá hay que saludar así por si hay alguno que está gordo o pelado y no lo reconocés, quedás para el traste”, dice.

Y allá atrás, aquel muchacho alto que viene caminando al lado de Pirulo es Guillermo Alonso, el goleador de la rodilla hechizada. Sí, es el Beto, que ahora mira la cámara y se anima: “¿Esto en que página sale?”, pregunta. Los muchachos lo viven como si fuese una gran fiesta de egresados. Hay buena onda entre ellos. Se ríen, comen, y vuelven a reír, igual que hace veinte años, en el country de City Bell, a la espera de la gran final.

Como en la cancha, los reyes de la noche buscan posición en la fiesta. De atrás para adelante: defensores, volantes y delanteros. No hay arqueros, claro. Perassi fue “incoseguible” según la organización y el Lechu Herrera –el 1 de los penales- sacó su ticket para la bandeja de arriba, a medias con el doctor Lambert. El Patón Mainardi, Chucho Schurrer y la Urraca González completan la línea de cuatro en la mesa de los campeones (morales).

“El Chucho se puso en la punta para ser el primero en saludar a papá Russito”. Cordero esta on fire con las burlas. “Y vos que hablás, Pirulo, si jamás en tu vida hiciste un gol. Miguel no te tuvo confianza ni en los penales”. ¿Mala onda? Para nada.

Alonso también se suma a la ronda. “Che, Villa, contale al Patón la historia del tiro libre en el travesaño, en el Chaco”. Y Gilmar lo sigue: “¡Le apunté al travesaño porque si no nos mataban a todos, je!” El uruguayo es, sólo por ahora, el hombre más requerido por los fans. Hombres, mujeres y niños. La familia entera posa junto a él. Y Villagrán, chocho. Sí, como no… sí, no hay problema… ¿esta la subís al Facebook?, entonces, pará que me peino… ¡Flash!

Escuchá. ¡Borombombón, borombombón, para Miguel, la Selección! Hasta el cielo está llorando de alegría. Miguel Ángel Russo vuelve a pisar el club después de diez años de ostracismo. Está hecho un dandy. Las mujeres mueren por él. Y los fotógrafos hacen cola para captar la instantánea más cotizada: Miguel y Ramón, unidos en un abrazo interminable. La imagen estremece.

Ahora sí, ya está el equipo completo. Schurrer, Mainardi, Alonso, Villagrán, Cordero, González y Russo están subidos al escenario. Los acompañan los dirigentes y los familiares de Alcides Herrera. Hay plaquetas y camisetas para todos. Hasta Carlitos Benavídez (auxiliar) y Toti Espasandín (utilero) ligan un regalito a la pasada.

Los mozos también atienden su juego. Hay menú apto para todo paladar: sandwichitos de miga, matambre, pollo, salchichas de copetín y empanadas de jamón y queso. ¿Para tomar? Gaseosa y vino tinto “del bueno”, según el mozo que levanta pedidos en la mesa de los periodistas.

Desde uno de los balcones del segundo piso de la sede, la panorámica del salón descubre lo que oculta el gentío. Allá lejos, al lado del presidente, el sesentón de canas radiantes es el gran Ramonín Cabrero, el DT campeón del Apertura 2007 que, cuenta, todavía no probó bocado. “No pude comer nada porque la gente me viene a saludar constantemente. ¿Cómo les voy a decir que no? Antes, me muero de hambre”, dice con franqueza.

Y acá abajo, ése que habla con el que tiene la nueve de Angelello es Sebastián Blanco, el 10 del Grana que firma autógrafos a diestra y siniestra. También anda dando vueltas por el gimnasio el arquerito Marchesín. Son dos hinchas más entre los hinchas. Saltan, aplauden y se prenden con los sorteos.

A ver si tenemos suerte… Debajo de un solo vaso se esconde la clave del éxito: Bidevich – Mainardi – Meske – Herrera – Perassi – Alonso. A Blanquito le tocan dos arqueros en su cartón del Granabingo, pero igual participa. Nadie se queda afuera del juego de los nombres. Ni el viejo Donato Santella, aquel del yo jugué con Silva y Acosta que ni el tiempo ha de borrar -y tampoco corroborar-. Hasta el propio Villagrán se anota unos porotos: le falta tachar a la Urraca González para llevarse el juego de mate.

“No pude estar en los festejos del ’90 porque fui a ver al Patón a la clínica en la que estaba internado. Por eso preparé algo para esta noche”. El uruguayo está nuevamente en el escenario. Ahora pide silencio y cierra los ojos. Se concentra. ¿Va a cantar? Sí. O, más bien, a recitar. “¿Qué hubiesen hecho ustedes si los quieren comprar los innombrables, los pechofríos?” Respuesta unánime: ¡U-ru-gúa… u-ru-guá… u-ru-guá…!

Don Ángel y Norberto volvieron a encontrarse después de veinte años. Ellos también se van de la fiesta cantando. Abrazados, como en aquella interminable caravana del regreso a casa. Allá van, por Nueve de julio, derechito al punto donde nació la historia… Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra. Vivir…



Excelente nota. Felicitaciones Leandro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tengo entendido que pasaron un video institucional ! Donde lo puedo conseguir??

Lanús Campeón 96 y 07 dijo...

Por favor enviar un mail a soygranate@clublanus.com. Gracias.