viernes, 6 de febrero de 2009

Eduardo "Toto" Salvio, 4 goles y mucho amor propio en un seleccionado muy tibio.


"Somos los únicos tontos que no podemos ganar" con ese título empieza la nota que el Diario La Nación le hizo el jugador surgido de nuestra cantera y que hasta aquí fue el único jugador argentino que estuvo a la altura de las circunstancias.

Eduardo Salvio, como referente del seleccionado, encabeza la autocrítica: "nunca imaginamos que se nos iba a complicar tanto", dice el delantero.

El día es radiante, ninguna nube se interpone en un cielo casi turquesa. Un puñado de europeos de piel blanca toma sol a pasos de la piscina, mientras una veintena de yates valiosísimos descansan amarrados en la marina del hotel Maremares, en esta urbe portuaria del estado de Anzoátegui, en el oriente venezolano. Las galerías, de tonos salmón y altos techos de madera son testigos de un contraste evidente. Los juveniles brasileños, ya clasificados para el Mundial de Egipto, bromean y se divierten, se sacan fotos, alguno se da un chapuzón y hasta intentan atrapar a los reptiles inofensivos, de esos que por aquí abundan. A pocos metros, mirando la pileta de reojo, con rostros más serios, los chicos argentinos del Sub 20 mascullan bronca. No logran entender cómo se llegó a esta crítica situación en el Sudamericano, con apenas una victoria en siete partidos y la obligación de vencer a Venezuela y a Colombia en los últimos dos encuentros del hexagonal final.

Por su experiencia en selecciones Sub 15 y Sub 17, por ser el referente del grupo o simplemente por su temperamento ganador y perfeccionista, Eduardo Salvio es, quizás, el futbolista que más sufre el pobre presente del equipo. Luego del almuerzo, Toto, con la notebook bajo el brazo, aparece en el lobby buscando una buena señal de Internet. Enseguida acepta charlar con LA NACION, pero antes de sentarse, un cincuentón de anteojos y pelo blanco engominado se acerca, le estrecha la mano y lo felicita: "Soy italiano, agente de Genoa. Sos un grandísimo jugador" . El futbolista de Lanús le agradece con una tímida sonrisa. Durante la competencia en tierra bolivariana atrapó muchas miradas.

"Lógicamente es lindo que hablen bien de uno, que lo quieran. Mi representante se juntó con gente de Juventus. Pero en este momento me rompo la cabeza pensando cómo salir adelante con la selección", confiesa, con su frescura característica.

-Están últimos en el hexagonal. ¿Se explican por qué?
-No, no. El Sudamericano se nos hizo muy difícil. Nunca imaginamos que se nos iba a complicar tanto. Esta es la realidad y hay que asumirla, pese al dolor. Ahora tenemos que ganar sí o sí los próximos dos partidos, no nos queda otra. Explicaciones buscamos, buscamos, buscamos... Charlamos mucho, hubo de todo. Pero no sé qué pasa. Hay que sacar las cosas adelante como sea.

-Antes de viajar a Venezuela, cuando estaban concentrados en Ezeiza, ¿ya soñaban con Egipto?
-La verdad que sí. Porque jugábamos amistosos y nos iba muy bien. Jugamos contra Uruguay y le ganamos 5 a 0, y ellos tenían los mismos jugadores que ahora. Y ahora, perder 2-1, no se puede creer. Pasa algo en el equipo, falta algo y todavía no sabemos qué. También pasa por lo mental, hay que tirar todos para el mismo lado. Porque el equipo tiene calidad, no tengo dudas.

-Da la sensación de que, además de juego, les falta un poco de malicia.
-Sí, puede ser. Hay que ser más agresivos, gritar más o ser más malos, en el buen sentido. Somos muy livianitos, muy tibios a la hora de atacar. También en defensa somos tibios, porque nos metieron goles en todos los partidos y eso no puede pasar. Hay que revertir esto. Pero todavía no estamos perdidos.

-Que la Argentina sea bicampeón mundial Sub 20, ¿los presiona?
-Presión sobre eso no tenemos. Antes de venir acá pensábamos que íbamos a llegar al Mundial, que no se nos iba a complicar, pero hoy estamos con un pie afuera y uno adentro, es la realidad. Yo jugué mundiales y es lo mejor que te puede pasar, es lo máximo a lo que puede aspirar un futbolista y si quedamos afuera?, mirá, ni quiero pensarlo. Sería muy triste.

-Se te nota muy dolido.
-Sí, es que sufro mucho. ¿Sabés que pasa? Yo vine a salir campeón, no sólo a clasificarme para el Mundial. Es la meta que me había puesto. Pensaba que no nos podía ganar nadie, que éramos los mejores, y ahora me encuentro con esta situación. Me duele mucho. Por esta camiseta dejo todo. Quiero lo mejor, pero hay veces que las cosas no salen.

-¿Te sentís con mayor responsabilidad por las ausencias de Piatti y Di Santo?
-No, no. Ellos son muy buenos jugadores y le iban a hacer bien al equipo. Pero siempre confiamos en lo que teníamos. Tenemos a Andrés Ríos y a Cristaldo, que son jugadorazos, pero que quizá no estén pasando por un buen momento. Neira y Romero también pueden hacer la diferencia. Pero nunca me preocupó que Piatti y Di Santo no vinieran y siempre pensé que podíamos ser campeones.

-¿Por qué les cuesta tanto hacer goles?
-No somos agresivos. Creo que con la mentalidad que jugamos contra Brasil, en una cancha en buen estado, les hacíamos tres goles en el primer tiempo. Yo tuve varias para irme solo y se frenaba la pelota en el barro. Son cosas que pasan. Como los malos fallos del árbitro, es fútbol y hay que aceptar lo que pasa.

-¿Les falta madurez o concentración?
-Puede ser concentración. En tres partidos seguidos nos metieron un gol antes de los tres minutos y eso no puede pasar.

-El director técnico, Sergio Batista, también parece desconcertado a esta altura.
-Para mí es muy doloroso que el Checho nos tenga que hablar del orgullo y de los colores de la camiseta para tratar de levantarnos. No me gusta que lo digan porque, para mí, no debería ser necesario. Ya tenemos que saber que hay que matarse por los colores. En estos momentos es obvio que él tiene que usar esas palabras, pero me pone mal que tenga que hacerlo. Me pongo en el lugar de él y debe ser feo lo que siente. Es un muy buen entrenador, estamos muy bien con él y todo el cuerpo técnico, y me entristece que le estemos fallando. Es inexplicable que nos cueste tanto ganar un partido. Somos los únicos tontos que no podemos ganar.

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