martes, 2 de junio de 2009

Ladran, Sancho..., por Martín Macchiavello.


Se gritó el de Salvio, claro. Mucho más el de Sand. Sin embargo, algo faltaba. Nos fuimos de la cancha con una extraña sensación. Infundada sensación. "Ojalá que haya sido penal...", nos dijimos en la despedida. Porque el mejor de todos, también es el mejor en sinceridad. Por suerte Bassi no se equivocó. Lo vimos en Fútbol de Primera. Fue penal. Fue el gol que nos consagró como Grandes...
Por Lanús ya pasaron todos. Vino Boca, River, Racing e Independiente. El sábado le tocó a San Lorenzo. Y se fueron igual. Derrotados. Boquiabiertos. Descreídos. Y la más fácil es encerrarse en el imaginario. Así, ensuciar al Grana con supuestos resulta de necios. Nadie te obsequia 71 puntos porque sí. Nadie, si está tocado con la varita de los magos de Viamonte, tiene que esperar casi 93 años para salir campeón. ¿Desde cuándo tenemos el poder para ningunear a los cinco caballos del comisario? Tal vez, desde que, a veces, se asemejan a los cinco jinetes del Apocalípsis...
A aceptarlo entonces. Somos el mejor equipo de todos. Pocos juegan, muchos lloran, pero arriba queda el que suma más. Sin cosas turbias. Aunque pifiemos goles por partido. Aunque regalemos terreno y posesión de pelota. Nos confunden con el discurso histórico antihegemónico: "Siempre favorecen a los grandes". Sí, en ese plano nos pusieron. Pero a las pruebas nos remitimos. Lanús gana en la cancha. No sólo en un estudio de TV. Por eso, la tercera estrella está al caer. Si apuramos el trote es señal que cabalgamos...

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